En
el libro la abuela explica a la niña su historia de vida, tejida a través de la
mezcla de hilos de todos los colores que formarán un hermoso vestido; colores
como el carmín de la sonrisa de su madre o el naranja de las pecas de su mejor
amiga. A través de estos hilos, la niña descubrirá las historias de amor de su
abuela, como la de su marido y sus hijos. Todos harán que su vestido vaya
creciendo y creciendo, mientras ella deja pasar la vida cuidando el jardín que
un jardinero creó para ella con un hermoso rosal.
Pero
un día la abuela descubrió un pequeño agujerito en su vestido al que no le dio
mucha importancia y pronto apareció otro, y luego otro más, hasta que su
vestido se llenó de tantos agujeros que por ellos empezaron a escaparse poco a
poco sus recuerdos.
Será
su hijo el que con paciencia intentará tapar todos los agujeros, abandonando
incluso el cuidado del jardín para dedicarse por completo a arreglar el vestido
de su madre, pero eran tantos los agujeros que hubo un momento que ya solo no
pudo y la abuela sin su vestido no volvería a ser feliz...

Afortunadamente,
la abuela un día preguntó de nuevo por su jardín y su hijo fue tan feliz de que
aun conservase algún recuerdo, que decidió limpiarlo y arregarlo para que ella
pudiese disfrutar de sus queridas rosas en primavera, sentada en su cómodo
sillón junto a su querida nieta, a la que de vez en cuando mostraba los hilos
de colores que se le habían caído del vestido, pero que aún conservaba en su
cajita de los recuerdos.